«Luis Fernández es un pintor en el que se aúnan razón y emoción»
«Era educado y discreto y se relacionó con las personalidades más destacadas de la vanguardia parisina, como Mondrian, Kandinsky, Bretón y Zambrano»
ALFONSO PALACIO Historiador del arte, autor de la obra «El pintor Luis Fernández 1900-1973»
Oviedo, P. RUBIERA
Alfonso Palacio, historiador del arte y profesor de la Universidad de Oviedo, presentó hace unos días en el Museo de Bellas Artes de Asturias los dos p rimeros volúmenes sobre el pintor Luis Fernández (Oviedo, 1900- París, 1973). La monografía, imprescindible a partir de ahora en el estudio de la vida y la obra del pintor, revela la importancia del Fernández quien, en opinión de Palacio, es «uno de los grandes pintores españoles del siglo XX».
-Luis Fernández es el primer artista español que entra en la abstracción geométrica, característica que usted subraya. ¿Por qué es tan importante?
-Los artistas españoles que llegaron a París a comienzos del siglo XX, o bien se movían en la línea del cubismo o en la del surrealismo, los dos grandes movimientos de vanguardia. Luis Fernández podía haber asimilado el lenguaje postcubista o tardocubista de los años 20 o podría haberse inst alado en la órbita del surrealismo que, precisamente, aparece en el mismo año en que él llega a la capital francesa, en 1924; sin embargo, lo que hace es orientarse hacia un tipo de movimiento de vanguardia, la abstracción geométrica, en el que hasta aquel momento no había ningún español y que se puede considerar una especie de reacción absoluta a lo que promovía el surrealismo. Son dos movimiento s enfrentados. La exploración abstracto geométrica que hace Fernández está a la altura de los mejores artistas de la época, de Torres García o de Mondrian, por ejemplo. Es una exploración de calidad y que ademas está en la base, y esto es lo fundamental, de toda la obra que va a desarrollar a partir de los años 50. La depuración, el despojamiento, la decantación de sus obras abstracto geométricas, está en el origen de esa pintura despojada, decantada y depurada que va a ser la de sus series finales. Su última etapa se entiende a partir de la primera.
-Su interés por la geometría y las formulaciones matemáticas, ¿tienen que ver con el padre matemático que tuvo y que apenas disfrutó?
-Es un interés que parte de su padre y que luego va a estar presente en esa fase abstracto geométrica en la que Fernández trabaja muchas veces a base de fórmulas matemáticas. Luego, hay una etapa, hacia los años 40 y 50, en la que realiza una serie de obras donde trata de reflejar lo que él llama diferentes ritmos esenciales de una obra de arte, que articula con un rigor matemático. Luis Fernández es un pintor que aúna razón y emoción.
-Se sabía que Fernández había tenido buenas relaciones con los más destacados artistas de la vanguardia francesa, pero no que habían sido tan estrechas e importantes como usted cuenta.
-Efectivamente. Luis Fernández no es que fuera tímido o reservado sino que era educado, se movía con discreción y eso no le imposibilitó para entrar en contacto, en los años 20 y 30 del pasado siglo, con los artistas más importantes que había en París en aquella época y estamos hablando de artistas como Mondrian, Kandinsky, Torres García, primeras figuras de la vanguardia internacional. Entró en contacto con André Bretón y Paul Eluard, los popes del surrealismo; con Picasso, con artistas de la talla de Giacometti, con poetas como René Chair, y luego con intelectuales como María Zambrano. Fue un pintor que conoció y frecuentó los círculos artísticos parisinos, que participó en muchísimas exposiciones colectivas. Tenía importantes contactos a nivel administrativo, de galerismo y artístico y siempre encuentras buenas palabras hacia él de todo ese círculo que le trató, hacia su caballerosidad y educación, hacia su bonhomía y buena calidad como pintor. Es muy poca la gente con la que llegó a tener un enfrentamiento importante si quitamos a Alexander Iolas, su marchante, con quien realmente vivió unas relaciones tormentosas.
-¿Hubo sentimiento amoroso en su relación con María Zambrano?
-Hubo un momento de alguna tensión sentimental cuando Fernández se queda viudo de su primera esposa, Esther Chicurel, pero nunca se llegó a resolver. A medida que lees algunas cartas de ellos, sobre todo cartas al final de su vida, hay determinadas frases que pueden entenderse en esa clave.
-¿Cuál fue el papel de su segunda esposa, Yvonne Fernández, ya fallecida, en la vinculación del pintor a su Oviedo natal?
-Fue la persona que contribuyó a transmitirnos, a mí, al museo y a la sociedad asturiana el espíritu de Fernández. Eso ya es decisivo. Fue generosísima, para conmigo y para Asturias. Vendió cosas al Museo de Bellas Artes pero también le hizo cantidad de donaciones de obras, de objetos personales y de manuscritos. Sentía un respeto absoluto por su figura. Lo cuidó y mimó, tanto en vida como en muerte. Asturias, a través del museo, se ha convertido en una especie de heredera espiritual de la memoria del pintor.
-Fue masón.
-Fue masón, pero su entrada en la masonería fue más bien el favor pagado a un amigo que, a su vez, le había hecho un favor especial. Me da la sensación que vivió su masonería con una cierta tibieza desde el punto de vista institucional. Sin embargo, sí que la vivió en profundidad, en el sentido de asimilar todo ese librepensamiento, todos esos ideales de libertad, igualdad, fraternidad y honestidad en el trabajo que, en cierto modo, son valores inculcados por los masones. Así que masón sí, pero muy tibio en cuanto a las reglas.
-¿Cuál será el lugar de Luis Fernández en la historia del arte?
-Es uno de los grandes pintores españoles del siglo XX, un pintor que hasta hace poco podía considerarse casi secreto, conocido por una élite de intelectuales degustadores del buen arte. También se le puede considerar fundamental por su trayectoria singular. Se forma en España, en un ambiente bastante pobre desde el punto de vista artístico, da el salto a París en los años 20 y eso le pone en contacto con algunos de los grupos de vanguardia más importantes del siglo XX y hace abstracción geométrica, arte de síntesis y surrealismo. Eso demuestra varias cosas. En primer lugar, la reflexión continua sobre la creación artística en la que se movió. Luego pasa por la etapa picassiana que le da un alto componente expresivo a su trabajo, después pasa al constructivo de la etapa postcubista para desembocar en una etapa de madurez, a contracorriente de toda esa abstracción lírica o informalismo, tan de boga en Francia por aquella época. Lo que practica es una figuración que él llama plástica, que combina fragilidad y fortaleza al mismo tiempo, una especie de realismo trascendental o realismo surreal que trata de indagar sobre el significado último de las cosas. Este final en belleza en que acaba su carrera es tan conmovedor que hace que sea un artista sin igual. Los puede haber mejores y peores pero con esta singularidad y encima orientada a la belleza, a la trascendencia, en definitiva, es raro.
«Es un artista sin igual con una obra final conmovedora; es uno de los grandes de la pintura española del siglo XX»
«Su segunda esposa, Yvonne Fernández, fue decisiva en la transmisión a Asturias de su espíritu»
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