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MASONERÍA DE CASTILLA Y LEÓN

¡Hombres, qué crédulos!

¡Hombres, qué crédulos!

 

Eco deja claro que un embuste bien armado puede provocar consecuencias más terribles que la verdad.

El titular, aunque breve, me lo ha inspirado esta frase del filósofo francés actual Michel Onfray : "La credulidad de los hombres sobrepasa lo imaginable". Es adecuada para indicar el sentido de estas líneas dedicadas a la última novela de Umberto Eco , El cementerio de Praga .

El nombre de la rosa anticipó, en mi opinión con más fundamento, el éxito de libros actuales como los de Dan Brown , mezclando información histórica y filosófica con una trama policial, pero reconozco mi preferencia por Eco: su objetivo con Guillermo de Baskerville ponía un rayo de luz en un tiempo al que todos creíamos oscuro. Las exitosas novelas denominadas históricas, no van más allá de infundir sospechas y cierto temor a conjurados variopintos, adornados por detalles de excesos políticos o sexuales, con un final más parecido a una película del agente 007 que a otra cosa.

Cuando aún no he terminado las últimas páginas veo que Eco dice lo que los notas publicitarias repiten: que el único personaje que inventa es el protagonista que da unidad a la narración, Simonini. Pero la totalidad del libro es un muestrario de acontecimientos dramatizados con los personajes reales --y con Simonini-- donde encontramos la perspectiva de los jesuitas, de los judíos y del Vaticano, de la prensa de la época, de la masonería y de la unificación italiana, a través de un calígrafo falsificador que se adepta a todas las circunstancias.

Humberto Eco se centra en el tema en la credulidad del lector de entonces ante los folletines escandalosos (hoy su equivalente sería salir en la televisión ), y narra el éxito alcanzado por dos asuntos de relumbrón y de gran calado histórico que aparecen cíclicamente: el ocultismo y el antisemitismo. El primero se centrará en la difusión alcanzada por los libros de Leo Taxil y las exhibiciones públicas transmitiendo supuestas revelaciones de sus heterónimos Bataille o Diana Vaugham . En el caso del antisemitismo el calígrafo Simonini es, al final, el redactor del texto de un libro que tendrá --y seguirá teniendo-- muchas ediciones por narrar la madre de todas las conspiraciones, aquella en la que los judíos proyectan apoderarse del mundo en una reunión de los rabinos más importantes celebrada justamente en el cementerio de Praga. En efecto, se trata del Libro de los Protocolos de los sabios de Sión . Pero empecemos por Leo Taxil.

Leo Taxil se dedicó a la prensa anticlerical con una Vida de Jesús escandalosa , pero fue iniciado en la masonería en 1885 para retractarse al año siguiente y convertirse en un autor antimasónico, autor entre otros panfletos de Los misterios de la masonería , tildando a ésta de satanismo y de adorar a un ídolo con cabeza de macho cabrío definido como Baphomet. Este marsellés utilizó más seudónimos o heterónimos que Pessoa y su nombre real no importa demasiado. En la novela de Eco lo vemos como Léo Taxil, Doctor Bataille o Charles Hacks.

Cuando en 1897 confesó sus mentiras dando lugar a la llamada Broma de Taxil , en la que habían jugado con la credulidad del papa apoyando sus críticas a la masonería, originó un gran escándalo. Lo curioso es que muchos de los que se creyeron su conversión tras publicar verdaderas obscenidades referidas a la Virgen María y su hijo, no se creyeron que con la masonería hubiera sido igual de falsificador, mistificador o embaucador y siguen repitiendo sus disparates sobre todo en Internet. Explica bien esto Eco cuando pone en boca de un alto dignatario de la masonería francesa la condición para pagar su aportación a la publicación del panfleto antimasónico de Taxil convencido de que mientras más exagerado sería menos creíble: "Cien mil francos. Pero que trate de verdadera basura".

El éxito de la campaña llegó hasta tal punto que la que luego será Santa Teresita de Lisieux se hizo una foto disfrazada de Juana de Arco y se la envió por correo a la médium Diana Vaughan, que en realidad era la mecanógrafa de Taxil en boca de la cual éste ponía todo tipo de barbaridades.

¿Qué decir del Libro de los Protocolos de los sabios de Sión ?

Por abreviar diremos que se trata para la mayoría de los críticos de un panfleto antisemita que plagia dos obras precedentes. En particular el capítulo El cementerio judío de Praga y el consejo de representantes de las doce tribus de Israel de la novela de Hermann Goedesche , Biarritz, escrita en 1868. A Hitler le encantaba este libro, claro, y lo utilizó en sus discursos y para la educación de los alemanes. Philip Graves , periodista del Times descubrió que los protocolos copian muy de cerca un libro de 1865, también anónimo, titulado Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu .

En resumidas cuentas, Umberto Eco escribe una novela para dejar claro que sin necesidad de la guerra de Irak ni Wikileaks en el siglo XIX ya se sabía que un embuste bien armado puede provocar consecuencias más terribles que la verdad.

Fuente www.elperiodicoextremadura.com

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